Hartmann: “Cuando escuchás de manera atenta y lográs construir el momento, la gente se suelta”

Por Alex Dan Leibovich

      Si se habla de cine documental argentino de género true crime de los últimos años, surge el nombre de un director, Alejandro Hartmann. Su carrera lo llevó a dirigir obras de gran éxito y calidad como “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?”, “El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas”. O la última “Los hermanos Menéndez”. El realizador estuvo de visita en ETER como parte de un conversatorio organizado por estudiantes de tercer año de Periodismo. En diálogo con el estudiante Lautaro Brodsky, Hartmann entre varios temas, habló acerca de sus orígenes en el cine y las mecánicas detrás de la producción de los documentales. 

 

      “Cuando yo entré a la escuela, que eran los primeros noventa, el tema del uno a uno permitía la importación de negativos. Había una posibilidad de filmar bastante sencilla comparada con los años anteriores y hubo una especie de auge de la producción audiovisual en nuestro país, pero también eso coincidió con la aparición de MTV”, dijo Hartmann. Sus primeras experiencias en el cine fueron cursando en el CERC (Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica, Actual ENERC), para luego experimentar en el mundo musical, realizó videoclips para bandas como Los Piojos o Illya Kuryaki & the Valderramas. Entre ellos, se cuentan los ganadores del MTV Latino, “Abarajame” y “Jaguar House”.

      Antes de zambullirse en el género documental que definiría su estilo, Hartmann colaboró en diversos proyectos de ficción. Uno de ellos, como asistente de dirección de Martín Rejtman en “Silvia Prieto”, en donde conoció a otro colega y también destacado cineasta de cine documental, Néstor Frenkel. Con él, años más tarde codirigió una obra -inédita aún- sobre comunidades mapuches. A la par, Hermann dirigió su primer largometraje, “Clon”, un thriller psicológico “con algo de ciencia ficción”, como él lo definió, hasta que llegó “AU3”. Sobre esa obra dijo: “Es sobre una zona de Buenos Aires donde se iba a construir una autopista en la época del proceso y después no se hizo nada y quedaron casas abandonadas. Vivía en un barrio en donde pasaban cosas que no entendía, y militando y explorando empecé a conocer esa realidad y me pareció que había una historia para contar. Surgió por necesidad personal”. 

      Más tarde, Hartmann se embarcó en diversos proyectos como “Propaganda”, “Rutas Solidarias” o “Volverte a ver”, hasta que vio una docuserie sobre la vida y los escándalos de Osho y tuvo una epifanía. “Es lo mismo que hago en Encuentro, pero con más plata. Hay algo de manejo de archivo, de las entrevistas. Yo podría hacer algo así”, explicó. La idea de hacer un documental sobre el caso de María Marta Belsunce estuvo en su cabeza y en la de sus colaboradores por años y ese fue el disparador necesario. Se contactó con Vanessa Ragone (que ganó el Oscar en el 2010 por “El secreto de sus ojos”) y comenzó una relación con Netflix que se extendió por dos documentales más, con la producción de un largometraje sobre el caso de Yiya Murano. 

      El hilo que atraviesa los documentales de Hartmann es el mismo que lo motiva a hacerlos. “El crimen en sí no me interesa mucho, me interesa más lo social y lo político que lo envuelve. Es un espacio en donde se cruzan lo policial, lo judicial, los medios y situaciones familiares muy profundas”, comentó. Para eso, se vale de entrevistas producidas y diagramadas con anterioridad y de un vasto material de archivo. Sobre cómo hace para obtener un nivel de intimidad con el entrevistado se explayó frente a los estudiantes. “La gente a la que le pasaron cosas y están en situaciones traumáticas siempre necesitan a alguien que escuche. Cuando vos escuchás de manera atenta y lográs construir el momento, la gente se suelta”. Y agregó que siempre les da la oportunidad de arrepentirse, por lo que “encuentran en esa apertura un lugar de confianza”.

      En ese sentido, el guion para él es fundamental. Nunca comienza a entrevistar sin guion. A partir de una investigación, hecha con productores periodísticos, “traza cuál va a ser su película ideal”. Si no sucede lo que él esperaba, suena una alarma interna que le indica que debe buscar otro giro. Pero el guion siempre está ahí. “Es tener un antídoto cuando no pasa nada”, aclaró.

      Y ese proceso implica también desafíos. A la hora de filmar “Los hermanos Menéndez”, esperaba poder grabarlos en la cárcel, pero no estaba permitido: solo podía entrevistarlos telefónicamente. Debió reestructurar el guion e invertir mucho más presupuesto en la búsqueda de material de archivo. Aquel documental implicó también un doble desafío: ser extranjero en otra tierra y no contar con el control total del material, a diferencia de sus anteriores trabajos para Netflix. Hartmann había realizado un corte propio, pero la plataforma decidió editarlo de nuevo en Estados Unidos; luego de dos intentos fallidos con editores despedidos, quedó una tercera versión, que según Hartmann es parecida a la que él había realizado. 

      Aún así, está satisfecho con el trabajo, que a su vez habría influido en el desarrollo judicial de los eventos. Eso abrió la posibilidad de una libertad condicional, luego de haber sido condenados en 1996 a cadena perpetua en un caso polémico, en el que hubo un feroz asesinato pero también abusos sexuales. “Yo estoy muy contento con haber hecho algo en inglés con una repercusión de millones de visualizaciones y que tuvo algo inesperado que haya movido a la sociedad y a la justicia”, concluyó Hartmann.

      * Por Alex Dan Leibovich (@elerramundos), egresado reciente de Periodismo.