Santoro sobre Cítrica: “Es un espacio donde cada voz cuenta”

Por Franco Sansone

      En un aula de ETER, la presencia de Estefanía Santoro no pasó inadvertida. Con tono calmo, pero firme, la cronista de la Revista Cítrica desplegó ante los estudiantes un mapa del periodismo que no se rinde, que se rehace cada día desde la autogestión. La suya no fue una charla más, sino una clase de ética, compromiso.

      Desde el primer minuto del encuentro, Santoro dejó en claro de dónde viene: la Revista Cítrica, una cooperativa de comunicación nacida en 2012 tras el conflictivo cierre del diario Crítica de la Argentina, dirigido en su momento por Jorge Lanata. En ese contexto de desarraigo y reinvención, un grupo de periodistas decidió no bajar los brazos. “Nos preguntamos todos los días qué periodismo queremos hacer y qué periodismo debemos hacer”, sostuvo. Y desde esa pregunta, se sostiene una práctica que no se subordina a la lógica del clickbait ni a la carrera por la primicia vacía.

      En un recorrido que fue tan testimonial como reflexivo, la periodista describió la evolución del medio autogestionado. Pasó de revista impresa a diario de tirada “más económica”, con fuerte presencia en redes sociales. Pero más allá del formato, lo esencial sigue siendo el contenido, las voces que amplifican. Las de los pueblos originarios, las comunidades migrantes, las diversidades, los barrios invisibilizados del conurbano. “Somos parte de las luchas que cubrimos”, afirmó. Y esa línea, marca la diferencia entre informar desde arriba y narrar desde adentro.

      Uno de los puntos más contundentes de la charla fue el abordaje del periodismo ambiental, un eje central en el trabajo de Cítrica. La periodista relató cómo desde la revista se cubren las consecuencias del modelo extractivista: agrotóxicos, pueblos sin agua, niños y niñas wichi que mueren por deshidratación. “Eso también es parte de nuestro rol. El de denunciar y dar visibilidad a lo que otros prefieren omitir”, sostuvo. Y mencionó con orgullo el vínculo de confianza que supieron construir con familiares de víctimas. Priorizaron el informar, incluso cuando eso podía implicar riesgos personales.

      Frente a las preguntas de los alumnos, Santoro no esquivó el debate sobre la pauta estatal ni las tensiones internas de trabajar en espacios con lógicas contradictorias. Contó que, durante un tiempo, Cítrica recibió pauta del gobierno sin haber sido condicionada. Pero contrastó esa experiencia con la realidad que vive en Página/12, medio donde también trabaja. Allí, explicó, escribe en el suplemento feminista Las 12, con libertad de expresión, aunque no sin obstáculos. “Me han censurado notas; no mi editora, sino la dirección del diario”, aclaró. La periodista fue crítica con la conducción del “Grupo Octubre”, propietario del medio, al que acusó de precarizar a los trabajadores y de reprimir la organización gremial mediante descuentos por días de paro, al mismo que trazó un paralelismo con la situación de los residentes del Hospital Garrahan. “Lo que se imaginan del diario, no es lo que vivimos puertas adentro”, aseveró.

      El contraste entre su experiencia en una cooperativa y en un medio tradicional dejó ver dos modelos de gestión, formas de entender el oficio. En uno, los trabajadores son parte activa de las decisiones; en el otro, engranajes de una estructura vertical. “Disfruto mucho de lo que hago en “Las 12”, pero “Cítrica” es otra cosa. Es un espacio donde cada voz cuenta, donde cada decisión se discute colectivamente”, dijo. La conversación dejó muchas certezas y algunas preguntas abiertas. ¿Qué implica hacer periodismo en tiempos donde la verdad es una mercancía más? ¿Qué lugar ocupan las voces silenciadas en la agenda pública?

      Cuando la charla ya terminaba y la profesora a cargo del curso pedía atención a los distraídos, quedó flotando en el aula algo más que datos y anécdotas. Como dejó entrever Santoro, la comunicación no es solo un oficio, también una forma de habitar el mundo. 

* Por Franco Sansone, estudiante de 3er año de Periodismo Deportivo.