Nicolás Graben y Rafael Martell: padre e hijo, y el deporte como brújula

Por Micaela Garay

Hace algún tiempo, ETER realizó una acción conjunta con el club Atlanta, para compartir y colaborar en la cobertura de eventos y así poder ofrecer a sus alumnos prácticas en el campo deportivo. Por eso, en la previa a la celebración del Día del Padre, se realizó una charla con Nicolás Graben, jugador de la Selección Nacional de Hockey sobre hielo, y Rafael Martell, su hijo, arquero en las categorías juveniles del club. Ambos comparten su amor por el deporte y su fanatismo por El Bohemio.

 

Llevan distinto apellido porque Rafael nació en Alemania, donde, en el caso de que los progenitores no estén legalmente casados, el apellido que se utiliza es el de la madre: “El único día que un poco de tristeza me dio fue cuando por primera vez vi su apellido en las redes de Atlanta porque había sido convocado para un partido de reserva. Ahí me hubiese gustado, pero al fin y al cabo es lo mismo, es la misma persona”, confesó Graben. Hacen una vida similar, pero en mundos muy diferentes. Ambos madrugan para entrenar, están atentos a las dietas necesarias, miran los partidos del otro y se acompañan a pesar de las distancias. Graben entrena y trabaja en Estados Unidos y fue uno de los autores del gol de la final del Amerigol Latam Sping Classic, en la que Argentina se coronó campeona por primera vez. Miles de kilómetros al sur, Rafael almorzaba mientras veía a su papá en el momento más importante de su carrera deportiva. La primera vez que pudo verlo, le preguntó: “¿Vos estás tan nervioso cuando yo juego, como yo lo estoy ahora?”.

 

El padre cumplió su sueño, incluso uno que “nunca había imaginado”, mientras el hijo, a su lado y con esa referencia respondió: “Lo que yo quiero es jugar en primera y ojalá sea con Atlanta algún día”. Es arquero, pero dice que el arco no lo eligió él, sino quienes estaban a su alrededor. El padre también lo era y por eso se puso los guantes: “En cada recuerdo que tengo estoy atajando”. Después de algunos años de “vida bohemia”, como reza la bandera de Atlanta que los acompaña a todos lados, donde vivieron en Alemania y Estados Unidos, retornaron a Argentina y Rafael se probó en el club en el que hoy ataja.

 

Ambos demostraron que supieron acompañarse en la pasión: por el deporte, por el arco y también por el club: “Yo empecé a seguir a Atlanta cuando estaba trístemente sin sede y sin actividades, poder volver después de tantos años y ver la vida que tiene social y deportivamente es una gran alegría”, destacó Nicolas Graben. Y su hijo agregó: “No lo cambiaría por nada”. Sentados en la platea del estadio, o caminando por el césped, contaron algunas anécdotas de argentinos bohemios encontrándose en Estados Unidos. También, sobre cómo Nicolás aprovecha cada visita al país para presenciar las prácticas de las juveniles y ver a Rafael en la cancha. El club decidió homenajear ese amor paternal y pudo contarlo a través de ETER.

 

* Por Micaela Garay (@micagamuza), alumna de 2do año de la carrera de Periodismo Deportivo.