Cruz, sobre el después de Malvinas: “No hay mayor daño que ser ignorado”
El veterano de la Guerra de Malvinas, infante de Marina y miembro de la sección Perros de Guerra, se reunió en una charla presencial con los estudiantes de Periodismo Deportivo. Compartió sus experiencias y las vivencias que más lo marcaron durante el conflicto contra el Reino Unido. Además, relató cómo fueron recibidos por el gobierno y la sociedad tras su regreso y destacó el apoyo brindado por los hermanos peruanos, en aquellos duros momentos.
Se presentó en el aula como un héroe que arriesgó su vida por la patria. También para hablar de lo que durante 28 años le había costado. A sus 63 años, se mantiene intacto y luce en muy buen estado. Durante la charla, se emocionó profundamente al recordar a su perro Vogel, su noble e inseparable compañero durante la guerra: “Él fue el mejor ejemplo sin imperfecciones del amor absoluto. Fue capaz de dar la vida por mí. Hasta el día de hoy lo lloro. El amor lo puede todo. Cuando voy de visita al batallón, él es el único enterrado, por ser el último en morir. Cuando veo las fotos de otros con sus perros, me recrimino no haber ido a buscarlo, simplemente no pude, estaba roto y no me di cuenta”, expresó con lágrimas en los ojos.
Tras la guerra, Vogel vivió 10 años más, hasta que falleció de viejo. De los 18 caninos que participaron en el conflicto, fue el último en morir. Hoy en día, cuenta con un homenaje por su entrega, al igual que todos los que estuvieron en Malvinas. A medida que avanzaba la conversación, señaló las dos estrellas blancas que llevaba en el logo de la campera que tenía puesta de la sección de perros de guerra “Honor y Gloria”, y explicó que rinden homenaje a Negro y Ñaró, dos cachorros que murieron en combate: “Estos dos perros murieron para que hoy nuestra bandera este en lo más alto, ustedes vivan en democracia, vivan en este hermoso país, tengan la oportunidad de estudiar, de votar y de elegir lo que quieran”.
Por otro lado, reveló que el amor por la bandera y su país le fue inculcado desde pequeño. Su maestra de cuarto grado lo marcó con importantes lecciones sobre la lealtad: “Mi maestra trabajaba día y noche enseñándonos el valor de la bandera, quién la creó y su historia. Nos enseñó que la bandera se respeta y es sagrada. Nos explicó lo que significa el respeto y que una promesa nunca se rompe. Ella nos dio nuestra primera medalla como ciudadanos, nos hizo sentir ganadores. Cuando volví de la guerra, nunca más la vi. Si hoy tuviera la oportunidad de reencontrarme con ella, le diría: Seño, cumplí”.
El encuentro cobró intensidad cuando invitó a los alumnos a participar en una serie de ejercicios diseñados para transmitirles lo que significaba pelear por Malvinas. Los hizo coordinar aplausos, lanzar gritos que evocaban la energía del combate y, como gesto final, les regaló pulseras celestes y blancas con las Islas Malvinas en el centro, un símbolo de unión y patriotismo. Pero el momento más conmovedor llegó cuando mostró la bandera argentina que se trajo de las islas el día de la rendición, cuando la bajaron del mástil. Era una bandera que estaba firmada por su compañero Jorge Rinaldi, que la sacó como bufanda, escondida para que no la vieran los británicos. Estaba marcada por la guerra: manchada de polvo, con destellos de sangre y un pedazo faltante, incompleta pero llena de historia. A pesar de las cicatrices que cargaba, la tenía resguardada con esmero en un cuadro, como un tesoro irremplazable que simboliza la lucha, el sacrificio y el amor eterno a la patria.
Por último, se refirió a cómo fueron recibidos por la sociedad y el gobierno de aquel entonces, encabezado por el expresidente Leopoldo Fortunato Galtieri, tras su regreso de la batalla: “Simplemente, cuando volvimos, no nos dieron nada. No nos reconocieron en absolutamente nada. Pasaron casi 14 años antes de que nos dieran la primera obra social, que hoy es el PAMI. Tampoco conseguimos trabajo. Fue peor la posguerra que la misma guerra. No hay mayor daño que ser ignorado”. Finalmente, mencionó lo que significó para él recibir el apoyo del único país sudamericano que los acompañó durante el conflicto: Perú. “Con el pasar de los años me enteré del detalle y de la generosidad de un país hermano, que no solo dijo “los apoyo”, sino que entregó algunos aviones y la sangre de sus pilotos. Yo soy un agradecido por esos gestos, no solo hacia Perú, sino también hacia mi propia gente. Cuando te acompañan en los momentos difíciles, eso no se olvida, y uno debe saber agradecer y tener la hidalguía de devolver el apoyo de la misma manera. Hay que preguntarnos si nosotros seríamos capaces de hacer lo mismo.”
* Por Omar Barrios (@omarbarrioss), estudiante de 3er año de Periodismo Deportivo.