El sufrimiento del periodista

Por Germán Masserdotti
Sara Gallardo (1931-1988) escribe para “desenrollar una especie de madeja interna. Llegar a ser, mediante el trabajo, uno mismo. Es decir, trascenderse a sí mismo para llegar a ser quien uno es y no sabe”.

Cada jueves, entre 1967 y 1972, conversaba con los lectores de
Confirmado, la revista fundada por Jacobo Timerman. Lucía de Leone recopiló las columnas editadas en 2015 por Ediciones Winograd con la colaboración de Paula Pico Estrada, la hija mayor de Gallardo.

Conocida por novelas como
Enero (1958), Pantalones azules (1963), Los galgos, los galgos (1968), Eisenjuaz (1971) y La rosa en el viento (1979), simultáneamente fue periodista, una de aquellas que rompen los cánones. “No me interesa la actualidad. Además, creo que no existe. Y si existe, es vulgar”. Conoce del oficio. “El periodista debe estar donde no se lo espera”. Trabaja “como un barquero del Volga, suponiendo que un barquero del Volga escriba. O sea todos los días y a desgano”.

En
Macaneos –el espacio que le brindan en la revista- se descubre la frescura de su pluma. Nos habla de Buenos Aires, su ciudad natal. “Ya la conocemos a la gran gorda pasiva comilona adormilada en el borde de un río al que ni mira. Entre hipo y bostezo se rasca somnolienta dos o tres picaduras que vagamente atribuye a pulgas”.

Gallardo es frescura con profundidad. Reflexiona sobre la condición humana desde el lugar de una mujer de ascendencia criolla que, aunque no escriba sobre “actualidades”, conoce su tiempo.

Apunta. “Maquillaje: exaltación del yo. Talento: exaltación del yo. Vicio: exaltación del yo. Virtud: exaltación del yo. Todo: exaltación del yo”. Caracteriza. “Pero ¿qué es ser un grande… Pienso que ser un gran hombre es ser capaz de inventar el mundo cada día”. Reflexiona. “Porque el éxito, hay que decirlo, es favorecedor como un sombrero de alas anchas”. Impugna y diagnostica. “La sociología está en la onda”.

Desprecia los utopismos. “Desde entonces creo que todos los bochinches que hay en Latinoamérica –ustedes saben, todos esos- son obra de los enciclopedistas, tal como me lo dijeron de la Revolución Francesa. El terrorismo, por ejemplo, hecho por Nenes Bien con gomina que lloran el destino del pobre cañero, pero dejan que se desangre en la vereda el negro que entró de policía para ganar dos pesos más que el cañero”.

Para
Gallardo “un artista es como un pájaro: del pajarraco al pajarito, según la variedad (pero siempre cantor). Del graznido al trino, según la calidad (pero siempre creador)”. Nos invita a observarlos. “Verás cómo cada pájaro repite un tema, el que su variedad le dicta, cómo lo enriquece según el talento, cómo lo multiplica si es un genio. Verás cómo cada uno tiene su voz, y qué patética es la cotorrita que imita al canario”.

Gallardo no imita ni puede ser imitada. “Léanme tal como soy, y agradezcan al destino esa suerte”. Ella tiene voz propia. Toca a nosotros descubrir el tema que entona. Macaneos es una llave privilegiada para entrar en su mundo. “¿No les he cambiado la vida, acaso, un poquito y semanalmente? … ¿No merezco una flor?”. Es un deber de gratitud. Para ella, todas la flores.

Germán Masserdotti