Camionero llenó por primera vez el Vorterix y cerró una etapa clave de su historia
Después de casi un año de presentaciones mensuales en el Club Cultural Matienzo, el dúo Camionero cerró su ciclo Tracción a Sangre con su primer Vorterix colmado. El show, realizado el 13 de septiembre, marcó un salto de escala para la banda, que consolidó una comunidad creciente y dio un paso clave en su proyección. Esta cobertura fue realizada por un estudiante de la carrera de Periodismo de ETER para el portal de noticias de la escuela, en el marco de prácticas profesionales.
Después de casi un año de recitales mes a mes en el Club Cultural Matienzo, la ruta de este dúo pegó un volantazo clave en la historia de la banda. Camionero cerró su ciclo Tracción a Sangre con un Vorterix lleno por primera vez. Una noche de puro agite, sudor, música y rock and roll, que terminó marcando un antes y un después para sus fieles seguidores.
El 9 de agosto, Camionero soltó la bomba: su última función en el club que los había visto crecer durante meses para dar un salto más grande. No era cualquier salto: era su primer recital en el mítico Vorterix de Lacroze. La noticia estalló entre la gente como un riff inesperado: primero un murmullo de metal cuando la luz se apagó, después un rugido colectivo, la ovación que fue creciendo a medida que el anuncio avanzaba.
Días más tarde llegaron las entradas, y ahí quedó claro el peso real de la banda. Muchos intentando estar, pero apenas mil quinientas butacas disponibles. Fanáticos apareciendo a cualquier hora en boletería, esperando rescatar un ticket perdido, escribiendo en redes alguna especie de plegaria rockera: “¿Una entrada alguien??”. Yo estaba entre ellos, claro. Los tickets volaban y parecía inalcanzable lograrlo. Pero un día antes, conseguí el mío. Era más que un sello de entrada: era el pasaporte a un viaje, la ruta a un nuevo Tracción a Sangre.
El 13 de septiembre, a las siete de la tarde, se abrieron las puertas y empezó la historia. El hall estaba iluminado bajo un enorme candelabro que asomaba desde el segundo piso, rodeado por una bandera que llevaba escrito el nombre del ciclo. Estaba transformado en una feria de recuerdos para los camioneros de corazón: juegos temáticos, spots de fotos para inmortalizar la noche, puestos de merch con trofeos que gritaban “yo estuve ahí”.
La mesa más concurrida siempre es la de bordados: camperas de jean, chalecos, cualquier prenda esperando ser decoradas con el famoso parche del “club camionero”. Yo tampoco me resistí. Hoy, me desangra un rito de adoración, y mi chaleco celeste con esa estampa bordada en la parte más alta del dorso, es una especie de amuleto: un pedazo de esa noche que se niega a quedarse oculta en la memoria.
Pasaron dos horas desde que se abrieron las puertas hasta que el primer riff rompió el aire. Una guitarra, una batería. Solo dos al mando, haciendo estallar las primeras notas de Un poco más de consideración, tema de su segundo EP, encendiendo en cada momento el hambre de un público que estaba listo para detonar el lugar.
El escenario estaba cubierto por una oscuridad densa, casi penetrante. De a poco, luces sutiles empezaron a dar vida al montaje. Ellos vestían como siempre: Santi con su remera negra estampada con el logo de Tracción a Sangre, que asomaba detrás de la batería, y su infaltable gorra de “camionero”. A la derecha, Joan, su compañero, lucía una especie de capelina que ocultaba parte de su rostro, y una campera de jean negra que llevaba el parche del “club camionero”, acompañando así ambos el motor de la velada.
El primer tema se desvaneció sin dar respiro, y la energía se encadenó directo a Latas Vacías, que terminó de desatar la locura de la noche. El público era un sólo cuerpo. En la cuarta o quinta canción —ya perdí la cuenta— me separé de mi grupo y me lancé al pogo. Volaban birras, camperas, alguna que otra mano perdida buscando compañero de agite. También volaron mis gafas, justo mientras sonaba Películas Anónimas, clásico infaltable para todo aquel que elige vivir el rock sin medias tintas.
Pasaban los temas y el énfasis en el público parecía no dirimirse, de boca en boca se repetían promesas y votos de confianza entre amigos, sellando el pacto de estar presentes en todas las fechas que siguieran desde aquel día, hasta el fin del ciclo. Minutos antes de que arrancara la noche, le preguntaron a Santi sobre el desarrollo del proyecto y respondió: “Empezó como una idea de hacer un ciclo para empezar a concentrar público, no pensábamos que iba a funcionar como funcionó (…) esperamos que sean muchos más y todos sigamos creciendo juntos”.
También habló sobre la oportunidad que representaba ese nuevo espacio, y describió al Vorterix como “una parada más ahí en la ruta”, un punto más en el camino que recorren con amigos, y lo que ya se transformó en una familia.
Así la noche fue dando sus últimas notas, los últimos abrazos entre amigos, amores y familia, que cada mes eligen dar una parte de sí, apostando por estos dos músicos.
La última ovación llegó.
El final se asomó con Mañana Suburbana. En medio de esa melodía calma, la euforia fue cediendo y lo que quedó fue la plenitud, el corazón lleno de los fieles que sabían que acababan de ser parte de algo grande. Una noche que marcó un hito en la ruta de una banda que resuena en todos los rincones del país.
El gran paso: Camionero.
*Maria Nazareth Levato (@Nalevato), estudiante de 1er año de Producción.