Alejandro Wall y Andrés Burgo en la Semana del Libro
Por Paula Farbman
En tiempos donde vivir exclusivamente del periodismo gráfico resulta una misión imposible, escribir un libro es una buena alternativa. Quizás por su carácter atemporal, el olor a nuevo o lo físico de su existencia, los libros no pasan de moda. Alejandro Wall y Andrés Burgo, ambos periodistas, amantes del fútbol y más aún de las buenas historias, se acercaron a ETER en La Semana del Libro para charlar de sus experiencias.
22 de junio de 1986. Ciudad de México. La mano de dios y el barrilete cósmico. La historia que Burgo decide contar en "El partido", su último libro. “Todos tenemos cierto vínculo con el partido contra los ingleses. Yo no jugué, ni trabajé, pero con once años, era hincha. Volver a ese Mundial es como volver a esa infancia. Si a mí me interesaba, había una historia para el resto de la gente. Empecé a partir de ahí”. Un hecho futbolístico que forma parte de la identidad argentina y al mismo tiempo funciona como disparador para que Andrés, un domingo a las siete de la mañana o en un viaje en tren, haya escrito un libro.
“Cuando uno encara el trabajo es muy importante el vínculo afectivo con lo que escribe. El convencimiento que hay que tener para contar, sobre todo si uno se dispone a meterse a fondo, requiere cierta obsesión” agrega Alejandro Wall, autor de “Corbatta. El wing”, que relata la vida de Orestes Omar Corbatta, el ídolo de Racing, el menor de ocho hermanos, un pibe que de un día para el otro se llenó de guita pero murió en la pobreza.
Una vez que el libro está en la calle es pasado. Los dos coinciden en el alivio de terminar y que llegue a donde verdaderamente tiene que llegar, a sus lectores. “Quería evitar incluso un párrafo aburrido. Si yo me aburro con esto ¿por qué alguien que tiene dieciocho mil quinientas cosas para leer, va a leer esto? Al texto sólo tiene que ir un porcentaje de lo que sabés de información, aunque a tu ego le duela: al libro no le tiene que quedar grasa”. dice Andrés. “Te das cuenta qué libro tenés cuando lo empezás a escribir, y muchas veces crees que no tenés nada, que es una porquería. Hay que saber que nunca arrancás por el inicio y el final lo encontrás al final”. se suma Wall.
La industria editorial, a diferencia de los grandes medios, es un lugar donde se puede trabajar con mucha libertad en el mensaje. Sin embargo, hay condiciones: los plazos para terminarlo y el porcentaje mínimo que reciben los autores por cada ejemplar. “No es por plata” dicen, sino por la combinación del oficio periodístico y el hincha que llevan dentro
@paulafarbman
22 de junio de 1986. Ciudad de México. La mano de dios y el barrilete cósmico. La historia que Burgo decide contar en "El partido", su último libro. “Todos tenemos cierto vínculo con el partido contra los ingleses. Yo no jugué, ni trabajé, pero con once años, era hincha. Volver a ese Mundial es como volver a esa infancia. Si a mí me interesaba, había una historia para el resto de la gente. Empecé a partir de ahí”. Un hecho futbolístico que forma parte de la identidad argentina y al mismo tiempo funciona como disparador para que Andrés, un domingo a las siete de la mañana o en un viaje en tren, haya escrito un libro.
“Cuando uno encara el trabajo es muy importante el vínculo afectivo con lo que escribe. El convencimiento que hay que tener para contar, sobre todo si uno se dispone a meterse a fondo, requiere cierta obsesión” agrega Alejandro Wall, autor de “Corbatta. El wing”, que relata la vida de Orestes Omar Corbatta, el ídolo de Racing, el menor de ocho hermanos, un pibe que de un día para el otro se llenó de guita pero murió en la pobreza.
Una vez que el libro está en la calle es pasado. Los dos coinciden en el alivio de terminar y que llegue a donde verdaderamente tiene que llegar, a sus lectores. “Quería evitar incluso un párrafo aburrido. Si yo me aburro con esto ¿por qué alguien que tiene dieciocho mil quinientas cosas para leer, va a leer esto? Al texto sólo tiene que ir un porcentaje de lo que sabés de información, aunque a tu ego le duela: al libro no le tiene que quedar grasa”. dice Andrés. “Te das cuenta qué libro tenés cuando lo empezás a escribir, y muchas veces crees que no tenés nada, que es una porquería. Hay que saber que nunca arrancás por el inicio y el final lo encontrás al final”. se suma Wall.
La industria editorial, a diferencia de los grandes medios, es un lugar donde se puede trabajar con mucha libertad en el mensaje. Sin embargo, hay condiciones: los plazos para terminarlo y el porcentaje mínimo que reciben los autores por cada ejemplar. “No es por plata” dicen, sino por la combinación del oficio periodístico y el hincha que llevan dentro
@paulafarbman