Juan Balvin: “El trabajo del locutor consiste en dejar algo más que una linda voz”

Por Bruno Cativiela | @brunocativiela
Trabajaba de electricista en una empresa multinacional. Ganaba cerca de 20 mil pesos a día de hoy. Decidió dejar su trabajo para estudiar Locución en ETER. La primera paga fue menor a 200 pesos. No le importó. Hoy, disfruta de ser un flamante locutor y uno de los mejores doblajistas del país.

Los alumnos de la carrera Locución estaban sentados esperando a que llegue el invitado. El aula “Peña” de la Sede Acevedo estaba expectante.

“Toc-toc”, sonó la puerta.

“Adelante”
, dijeron al unísono las profesoras Liliana Pereyra y Cristina Taboada.

Juan Balvin, con la gorra puesta y una sonrisa que iluminaba el camino, entró al aula. De pronto, los alumnos de la carrera hicieron silencio. No saben el día que tuve, no paramos… pero ya está. Ahora sí me voy a relajar”, expresó entre suspiros. Su frase sirvió para describir lo que fue la charla desde el comienzo hasta el final.

Mientras acomodaba su abrigo, miró a los alumnos y les dijo: “Me identifico mucho con ustedes, el primer año de la carrera te marca. Además me recibí hace poco en ésta facultad. Cuando los veo a ustedes me veo a mí y siento una emoción muy grande al ser locutor”, desnudó Juan sin presentación previa.

De un momento al otro, la charla había comenzado. “¿Qué consejos podrías darles a los alumnos?”, preguntó una de las profesoras y el invitado respondió: “Que no se queden quietos. Haciendo y trabajando es la mejor manera de encontrar las voces y de hacer esto. Y sientan amor por lo que hacen. Es la mejor manera de llegarle al otro. La empatía hace el resto”, contestó.

Cuando el invitado habló, lo hizo desde el corazón. Una muestra de esa profundidad quedó al descubierto cuando contó la siguiente anécdota: “La primera vez que encontré mi tono me emocioné. Yo venía buscándolo y no se me daba. Venía a las clases y me frustraba. Y un día cualquiera estaba tirado, cómodo, relajado, ensayándolo y cuando lo hice sentí como vibró todo el cuerpo. Fue mágico. Me recorrió cada parte. Me emocioné de verdad”.

Mientras relataba su anécdota con palabras, transmitió plenitud con sus gestos. Recreó y actuó cada consejo, trabajo o suceso. Cambió las voces y juegó con su profesión... O mejor dicho: vocación.




En la actualidad, uno de los tantos trabajos que realiza Juan, es para la plataforma Netflix. Le pone su voz al actor Nicholas Galitzin, en la serie "Chambers". Durante la charla reconoció que: “Uno de los problemas más grandes que tenemos los locutores es el ego. Y no hay que creerse la estrella. Sean compañeros y ayúdense. Hay tantos trabajos como locutores”.

Una de las cosas que Juan logró transmitir fue no dejar perder el instante. “El trabajo del locutor es dejar algo más que una linda voz”, proclamó. “Si tienen la herramienta y tiene la voz, no desperdicien decir las cosas. Es más por el otro que para uno. Es muy importante transmitir. Todo lo que digas puede ayudar aunque no lo creas. Y hasta te puede moldear”, sostuvo.

Finalizando la charla, el invitado olvidó el cansancio que sentía cuando llegó, tomó su tablet y ensayó un relato para los alumnos.

Hay distintas maneras de generar silencio. Juan lo realizó desde la admiración. Sus futuros colegas, maravillados, boquiabiertos, contemplaron como pasaba de un personaje a otro sin problemas, dándole los tonos, el color y hasta la actuación a cada uno.

Los cinco o diez minutos que duró la interpretación fue de pura magia. Casi tan calurosos e imaginables como los cuentos que se recitan antes de dormir. Tan talentoso como inspirador. Los aplausos del final, no alcanzaron.

Un poco avergonzado, con los hombros apenas elevados y algo colorado, Juan agradeció.

Sin quedar conforme, invitó a los alumnos a que hagan lo mismo. Una sola chica se animó a pasar. Actuando como profesor, el invitado fue dando consejos y realizando correcciones para poder saltar de un personaje a otro y poner los tonos correctos a cada frase.

Sin que la alumna pueda finalizar el relato, el reloj marcó las 11:30 p.m. La clase y la charla habían finalizado. Alumnos, profesores e invitado sintieron pena de que haya terminado tan rápido. Podrían haberse quedado mucho tiempo más charlando y ensayando.

Les tocará la próxima vez. En la próxima invitación, en la siguiente charla, o porque no, en el futuro trabajo que puedan llegar a compartir.

*Bruno Cativiela, estudiante de Periodismo Deportivo, 3er año, Turno Mañana, ETER.