Historias, rarezas y una forma distinta de mirar el oficio

Por Lea Mittermaier*

A los 50 años y tras una larga carrera en radio, Marcelo Nusenovich decidió alejarse de los medios para recuperar la libertad creativa. En una charla descontracturada, llena de anécdotas, humor y reflexiones sobre el oficio, compartió cómo transformó su manera de producir y por qué aún cree que pensar, investigar y hacer siguen siendo actos profundamente necesarios.

 

Marcelo irrumpió en el salón como un cometa descontrolado: casco de moto en una mano, los cordones de las zapatillas desatados. Antes de dejarse caer en el sillón, lanzó una aclaración que nadie había pedido:

-Miren que yo no tomo vino, eh.

La frase quedó flotando en el aire mientras se acomodaba, como si fuera lo más importante que había que saber de él en ese momento.

Habla rápido, se ríe de sí mismo y convierte cualquier anécdota en una historia. Marcelo tiene 50 años y una vida entera en los medios, aunque ahora prefiere decir que ya no trabaja más en medios.

“Dejé los medios cuando entendí que ya no había aire, solo burocracia”, cuenta sin dramatismo, como quien suelta algo que ya no le pertenece. “Hacía producciones que duraban tres minutos, y si duraban tres con cinco me querían matar. Nadie escuchaba el aire. Y el aire, si no se escucha, se muere”.

Esa decisión no fue una renuncia al hacer, sino a un modo de hacer. “No quiero ganar millones, quiero un sueldo digno. Estamos en el momento más bajo de la historia de los medios en Argentina: en contenidos, en paga y en dignidad”. Lo dice con el tono de quien todavía cree que decir las cosas en voz alta puede cambiar algo.

Lo suyo, asegura, sigue siendo producir. “Pero producir cualquier cosa: el cumpleaños de tu tía, un curso, un podcast o un proyecto propio. Producir es hacer. Y a mí me gusta hacer cosas”.

Ahí está su centro: en el movimiento. En seguir inventando incluso cuando ya no se trata de inventar nada. “Todo es un remix. Nadie inventa nada. Todo viene de algo anterior. La clave está en mirar lo que otros hicieron, aprender, samplear, darle tu forma”.

Entre esas cosas que hace, organiza viajes musicales para fanáticos. Tours que mezclan historia, pasión y anécdotas. Uno de los más recordados fue el recorrido por los estudios Abbey Road, en Inglaterra, donde los grupos caminan por la famosa cebra de los Beatles y escuchan historias detrás de cada disco.

“Visitar Abbey Road es una experiencia tremenda. Estar ahí, donde se grabó parte de la historia de la música, te mueve todo”, dice Marcelo.

Cuenta, casi como si aún estuviera ahí, cómo lograron entrar quienes hacían el tour. Los hizo pasar como un coro. “No era un tour normal. Teníamos un coro, y nos dejaron grabar adentro. Cuando empezaron a cantar, se hizo un silencio rarísimo. Sonaba perfecto. Estábamos en Abbey Road, y por un rato fue como si el tiempo se detuviera. Piel de gallina. Un momento que no se repite”.

Marcelo se ríe de sus rarezas, que no son pocas. “Corrí una maratón nudista. En Tanti, Córdoba. Con zapatillas, pero en bolas. Me pintaron el número en el pecho, tipo Auschwitz. Con eso ya queda claro todo: soy un bicho raro”.

Entre risas, cuela una lección: “Vivir distinto también es una manera de pensar distinto”.

Por momentos, la charla se pone seria. “Antes mirabas a Lalo Mir y querías ser como él: un tipo formado. Hoy está permitido no saber nada. Se hace culto de la ignorancia. Busquen contenido, loco. Contenido”.

Habla con pasión, pero sin nostalgia. No añora el pasado: le preocupa el presente.

Respira un segundo y suelta una de esas frases que mezclan ironía y diagnóstico:

“Vivimos todos en la ansiedark”.

Lo dice medio en chiste, medio en serio. Habla de esa ansiedad colectiva que nos empuja a producir sin parar, a pensar mientras scrolleamos, a hacer sin saber para qué. “Yo lo que hago para que sea más agradable ese momento es irme al Tigre con mi cuadernito. Pero no hace falta irse tan lejos. Andate al rincón de tu casa que más te guste, al bar que te guste, a la plaza. Sentate a pensar. Pensar también es producir”.

Cuando parece que ya lo dijo todo, suelta otra frase que podría tatuarse en una libreta:

“Lo más transgresor que podés hacer hoy es investigar. Tener data. Profundizar. Pensar. Porque todos creen que con el teléfono ya está, pero alguien tuvo que subir eso. Alguien que sí investigó”.

Antes de irse, Marcelo deja una última idea: “Producir es hacer. Hacer cualquier cosa. Pero hacerla de verdad”.

Y ahí queda la pregunta en el aire: qué motiva a alguien que sigue creyendo que producir también es una forma de vivir.

 

*Lea Mittermaier, estudiante de la carrera de Producción Audiovisual.