“DESNATURALIZAR LA EXPLOTACIÓN SEXUAL”
Por Pablo Duer
“¿Qué significa ‘conmigo vale todo’?”, pregunta Cora Santandrea y señala un clasificado de un diario. Más que preguntar, interpela. Los alumnos no saben si espera una respuesta. Lo que sí saben es que es momento de darle un respiro a los apuntes, apoyar la birome en el banco y escuchar. “Significa que por el tiempo que tu dinero compre de ese cuerpo podés hacer lo que quieras con él. ‘Lo que quieras’ quiere decir violencia”, se contesta ella misma.
El ejercicio que acaba de hacer forma parte de su trabajo como integrante de la Oficina de Monitoreo de Publicación de Avisos de Ofertas de Comercio Sexual. Dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, esta entidad se enfoca en una de las puertas de entrada de la trata de personas que son los avisos de empleo. “Son utilizados para captar chicas y luego, con los mismos números de teléfono, promocionarlas”, manifiesta.
Una de las formas más comunes de oferta es el viejo y conocido volante. “Nosotros lo que hacemos es investigarlos”, comienza y explica que la decisión de despegarlos masivamente no es tarea del estado nacional sino que es jurisdicción de cada provincia. La investigación arranca con el número de teléfono que, a partir de una base de más de 30 mil datos, conectan con otros avisos y con más números. “Así hemos llegado a hacer una denuncia de 100 hojas”, relata Cora.
La oficina fue creada por el mismo decreto que, el 5 de julio del 2011, prohibió los mensajes e imágenes que estimulan o fomentan la explotación sexual en los medios de comunicación. Desde entonces, el 87% de los diarios dejó de publicar avisos explícitos. “Muchas veces siguen apareciendo pero de otras formas, como masajistas o secretarias con servicio de compañía”, aclara molesta.
El problema, sin embargo, no está en el hecho de publicitarse sino en que “las voces que están hablando ahí no son las de mujeres en situación de autonomía sino de proxenetas que las tienen explotadas, muchas veces como parte de redes de trata”. Cuando habla de la supuesta voluntad de muchas chicas de permanecer en los prostíbulos, advierte que opera un sistema de amenazas y deudas que las retiene: “Les dicen que van a traer a sus hijas o hermanas a trabajar ahí, y lo hacen”. Luego, en busca del knock-out emocional, agrega: “Les cobran hasta los preservativos que usan y las multan por indisponerse”.
Cora hace una pausa y se percibe el silencio absoluto en un aula que, tras casi una hora de charla, se pobló de ceños fruncidos, puños apretados y miradas perdidas que demuestran impotencia e indignación. Tal vez en respuesta a esto, ofrece, uno tras otro, innumerables recursos para formarse y hasta actuar sobre la problemática. Enfatiza en dos de ellos, posiblemente los más relevantes considerando que frente a ella hay cerca de 30 futuros periodistas: los decálogos para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer y el de la trata y la explotación sexual.
A partir de esto introduce un concepto que considera vital para analizar la problemática: la violencia mediática. Refiere a aquellas imágenes o mensajes que naturalicen la explotación sexual. “Si lo tenemos como algo cotidiano, no nos alerta. Hay palabras que empiezan a doler cuando vemos lo que hay detrás”.
La charla, que se dio en el marco de la materia Justicia y Derechos Humanos, cerró con una propuesta: el concurso Trata de personas y explotación sexual: Otras miradas, organizado por el ministerio. En un trabajo en conjunto con la materia Periodismo Digital, los alumnos podrán presentar una crónica o material audiovisual sobre alguno de los ejes propuestos. Estos van desde frivolización mediática de la prostitución hasta la connivencia de quienes pagan por sexo.
“Debemos visibilizar el rol de los medios y promover un cambio cultural. La agenda mediática siempre presiona a la pública”. El mensaje de Cora es claro y bien directo y finaliza: “Ustedes como comunicadores deben conocer a fondo las leyes para poder colaborar en empoderar a la gente en sus derechos”.
El ejercicio que acaba de hacer forma parte de su trabajo como integrante de la Oficina de Monitoreo de Publicación de Avisos de Ofertas de Comercio Sexual. Dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, esta entidad se enfoca en una de las puertas de entrada de la trata de personas que son los avisos de empleo. “Son utilizados para captar chicas y luego, con los mismos números de teléfono, promocionarlas”, manifiesta.
Una de las formas más comunes de oferta es el viejo y conocido volante. “Nosotros lo que hacemos es investigarlos”, comienza y explica que la decisión de despegarlos masivamente no es tarea del estado nacional sino que es jurisdicción de cada provincia. La investigación arranca con el número de teléfono que, a partir de una base de más de 30 mil datos, conectan con otros avisos y con más números. “Así hemos llegado a hacer una denuncia de 100 hojas”, relata Cora.
La oficina fue creada por el mismo decreto que, el 5 de julio del 2011, prohibió los mensajes e imágenes que estimulan o fomentan la explotación sexual en los medios de comunicación. Desde entonces, el 87% de los diarios dejó de publicar avisos explícitos. “Muchas veces siguen apareciendo pero de otras formas, como masajistas o secretarias con servicio de compañía”, aclara molesta.
El problema, sin embargo, no está en el hecho de publicitarse sino en que “las voces que están hablando ahí no son las de mujeres en situación de autonomía sino de proxenetas que las tienen explotadas, muchas veces como parte de redes de trata”. Cuando habla de la supuesta voluntad de muchas chicas de permanecer en los prostíbulos, advierte que opera un sistema de amenazas y deudas que las retiene: “Les dicen que van a traer a sus hijas o hermanas a trabajar ahí, y lo hacen”. Luego, en busca del knock-out emocional, agrega: “Les cobran hasta los preservativos que usan y las multan por indisponerse”.
Cora hace una pausa y se percibe el silencio absoluto en un aula que, tras casi una hora de charla, se pobló de ceños fruncidos, puños apretados y miradas perdidas que demuestran impotencia e indignación. Tal vez en respuesta a esto, ofrece, uno tras otro, innumerables recursos para formarse y hasta actuar sobre la problemática. Enfatiza en dos de ellos, posiblemente los más relevantes considerando que frente a ella hay cerca de 30 futuros periodistas: los decálogos para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer y el de la trata y la explotación sexual.
A partir de esto introduce un concepto que considera vital para analizar la problemática: la violencia mediática. Refiere a aquellas imágenes o mensajes que naturalicen la explotación sexual. “Si lo tenemos como algo cotidiano, no nos alerta. Hay palabras que empiezan a doler cuando vemos lo que hay detrás”.
La charla, que se dio en el marco de la materia Justicia y Derechos Humanos, cerró con una propuesta: el concurso Trata de personas y explotación sexual: Otras miradas, organizado por el ministerio. En un trabajo en conjunto con la materia Periodismo Digital, los alumnos podrán presentar una crónica o material audiovisual sobre alguno de los ejes propuestos. Estos van desde frivolización mediática de la prostitución hasta la connivencia de quienes pagan por sexo.
“Debemos visibilizar el rol de los medios y promover un cambio cultural. La agenda mediática siempre presiona a la pública”. El mensaje de Cora es claro y bien directo y finaliza: “Ustedes como comunicadores deben conocer a fondo las leyes para poder colaborar en empoderar a la gente en sus derechos”.