Rosales dio una charla en ETER y tocó algunos temas para los estudiantes

Por Bele Banegas

 

Invitado a compartir su historia de vida en una charla con los estudiantes de segundo año de Periodismo, el guitarrista de Ráfaga habló de su vida, su historia como músico, el lugar desde donde mira el mundo. Nació en Fiorito. Hijo de un camionero y una almacenera, a pesar de formar parte de una banda de cumbia reconocida internacionalmente que lo hizo viajar por decenas de países, Rosales no se olvida de sus raíces, de los valores que le inculcaron sus padres y de su pasión por el rock.

 

Su amor por la música comenzó cuando tenía 9 años. Claudio, uno de sus cuatro hermanos, le compró una guitarra eléctrica a un compañero de la escuela y a pesar de no tener un amplificador donde enchufarla, se turnaban para tenerla en las manos y empezar a “hacer ruido”. Sobre la relación con su hermano y el uso del instrumento, Rosales recordó: “Estaba esperando que se cansara para empezar a tocarla yo”. Al tiempo, su hermano tuvo que hacer el servicio militar obligatorio y durante esos meses, fue el pequeño quien cuidaba la guitarra, la mandaba a afinar con un vecino del barrio e intentaba aprender acordes con revistas de música. “Lo primero que me mostró fue “Pink Floyd” y me cagó la vida al punto que me costaba escuchar a Pappo”, agregó entre risas. “Deep Purple”, “Led Zeppelin” y “Yes” fueron algunos de los artistas y de las bandas que llegaron a su vida para quedarse. Sobre la situación que se vivía en su casa, destacó: “No pasamos hambre. Pasamos ganas de comer una milanesa cuando todos los días era guiso o cuidando las únicas zapatillas que tenía. Uno se cría con esos valores y después lo aplica a la vida”, sostiene. 

 

Su pasión por la música creció con los años y su sueño era tener una banda de rock. Así llegó “Alternativa”, la banda de covers que duró todo 1995 y que llegó a telonear a “Rata Blanca”. En simultáneo, Ariel Pucheta, actual cantante de “Ráfaga”, ya venía intentando formar la banda de cumbia y se acercó tres veces a la puerta de su vecino rockero para que se sumara. Finalmente, a pesar de que no era la música que le gustaba y del miedo a enfrentar la conversación con su padre para decirle que iba a dejar de estudiar, Richard Rosales aceptó. “En ese momento pensé: ¿cuánto puede durar esto?, trabajo un año y me compro el Marshall”, recuerda y bromea: “Sigo esperando que termine así me pongo a laburar”. Sin embargo, no solo se confundió subestimando a Ráfaga, sino que también lo hizo con su viejo, quién lo apoyó desde un primer momento. “Mis padres están muy orgullosos, pero quisiera que lo estén por haber inventado una vacuna”, subrayó. Y no tardó en agregar: “Tenemos que estar agradecidos de que además de aplaudir, pedirnos fotos, autógrafos, nos pagan. No me considero un gran guitarrista, trato de hacer lo mejor en cada función. Quizás tengo la suerte de que a mucha gente le gusta lo que hago”. 

 

* Por Bele Banegas (@_belene_), estudiante de 2do año de Periodismo.