HAGAN LO QUE QUIERAN
Por Valeria Lugosi
En la Semana De La Radio, no podía quedar afuera quien supo ser la oveja negra. La Rock & Pop fue protagonista indiscutible del quiebre en los medios durante la vuelta de la democracia. “Daniel Grinbank nos dio la radio a unos pibes de menos de 25 años y nos dijo ‘hagan lo que quieran’. Éramos un grupo muy particular, todos con idea de los medios pero con ganas de hacer quilombo”, dice la voz de la radio, Alejandro Nagy.
En la charla que se dio en ETER, también participaron los autores del libro “Rock & Pop – La imaginación al poder”, Guillermo Courau y Francisco Anselmi. Del otro lado del parlante, también se vivía la revolución. “Era volver del colegio, prender la radio, y empezar una maratón que no terminaba nunca. Te daba bronca tener que apagarla hasta para ir a dormir”, cuenta Courau. Él destaca la influencia de los tangueros por sobre los rockeros, especialmente de esa época, en donde el fetiche de tener un disco, una revista o algún material con información que acá no se conseguía, era algo cotidiano. “Heredamos eso de caminar y caminar”, agrega.
Automáticamente, esto le dispara a Nagy el recuerdo de Lalo Mir, que fue el primero en llevar soundtracks de los años 50’ a la radio para usarlos de cortinas. Y comienza a recordar lo mucho que costaba antes, entre caseteras, cintas, vinilos, y otros formatos casi extintos. “Lo importante era jugar a hacer radio, con sonidos analógicos, sacarle el celofán al paquete de puchos de tu tío y descubrir que ese sonido al micrófono era fuego… Se disfrutaba. La radio es eso, jugar con la ansiedad del otro. Ahí es donde empieza lo lindo de la vida”, asegura.
¿Qué tenía esa Rock&Pop que hoy no tenga? Además de Grinbank, quien fue el fundador y director, detrás estaba Quique Prosen. Él era el que ponía un poco de orden y sabía manejar los egos para lograr una armoniosa convivencia. Ambos lograban un equilibrio para que las cosas funcionaran a la perfección.
El contexto histórico cambió, la tecnología cambió y las generaciones en la radio se recambian de a cuentagotas. Nagy cree que la 1° generación de Rock & Pop pisó un poco a los que le siguieron, que hoy encontraron su lugar siendo las figuras de Metro 95.1. Y cree, un poco resignado que la radio “no va a volver a explotar”. Entonces ¿por qué no muere? “por los anunciantes. A las marcas todavía les sirve, por la huella que dejó”, opina.
Sin embargo, los autores del libro discrepan. Courau dice que “los oyentes siempre esperan que pase algo al aire” y que cree que Rock & Pop es como un volcán: “ahora está dormido, después va a salir una columna de humo, y de repente, una nueva erupción”. Ideas hay, gente con ganas hay, programas buenos en radios no comerciales también hay. El locutor confirma que las radios no salen a buscar programas nuevos, y que deberían hacerlo. Por su parte, Anselmi, que tiene 23 años, cuenta que él llevó una idea y de esa manera entró en el medio.
La conclusión de Nagy, tal vez poseída por la nostalgia de lo que fue alguna vez, es triste: “Cansarse del medio por no ver respuestas o interés duele, sobre todo cuando no tienen ganas de cambiar para mejorar esas cosas. Hay un desgaste, y como todo desgaste, duele”.
Como próxima generación que viene, propongo demostrarles que sí podemos, que no seremos lo mismo porque nadie quiere ser como los padres, pero que tenemos las mismas ganas que tenían ellos de hacer quilombo profesional. ¡Abran la cancha que venimos los pibes!
@valerialugosi
En la charla que se dio en ETER, también participaron los autores del libro “Rock & Pop – La imaginación al poder”, Guillermo Courau y Francisco Anselmi. Del otro lado del parlante, también se vivía la revolución. “Era volver del colegio, prender la radio, y empezar una maratón que no terminaba nunca. Te daba bronca tener que apagarla hasta para ir a dormir”, cuenta Courau. Él destaca la influencia de los tangueros por sobre los rockeros, especialmente de esa época, en donde el fetiche de tener un disco, una revista o algún material con información que acá no se conseguía, era algo cotidiano. “Heredamos eso de caminar y caminar”, agrega.
Automáticamente, esto le dispara a Nagy el recuerdo de Lalo Mir, que fue el primero en llevar soundtracks de los años 50’ a la radio para usarlos de cortinas. Y comienza a recordar lo mucho que costaba antes, entre caseteras, cintas, vinilos, y otros formatos casi extintos. “Lo importante era jugar a hacer radio, con sonidos analógicos, sacarle el celofán al paquete de puchos de tu tío y descubrir que ese sonido al micrófono era fuego… Se disfrutaba. La radio es eso, jugar con la ansiedad del otro. Ahí es donde empieza lo lindo de la vida”, asegura.
¿Qué tenía esa Rock&Pop que hoy no tenga? Además de Grinbank, quien fue el fundador y director, detrás estaba Quique Prosen. Él era el que ponía un poco de orden y sabía manejar los egos para lograr una armoniosa convivencia. Ambos lograban un equilibrio para que las cosas funcionaran a la perfección.
El contexto histórico cambió, la tecnología cambió y las generaciones en la radio se recambian de a cuentagotas. Nagy cree que la 1° generación de Rock & Pop pisó un poco a los que le siguieron, que hoy encontraron su lugar siendo las figuras de Metro 95.1. Y cree, un poco resignado que la radio “no va a volver a explotar”. Entonces ¿por qué no muere? “por los anunciantes. A las marcas todavía les sirve, por la huella que dejó”, opina.
Sin embargo, los autores del libro discrepan. Courau dice que “los oyentes siempre esperan que pase algo al aire” y que cree que Rock & Pop es como un volcán: “ahora está dormido, después va a salir una columna de humo, y de repente, una nueva erupción”. Ideas hay, gente con ganas hay, programas buenos en radios no comerciales también hay. El locutor confirma que las radios no salen a buscar programas nuevos, y que deberían hacerlo. Por su parte, Anselmi, que tiene 23 años, cuenta que él llevó una idea y de esa manera entró en el medio.
La conclusión de Nagy, tal vez poseída por la nostalgia de lo que fue alguna vez, es triste: “Cansarse del medio por no ver respuestas o interés duele, sobre todo cuando no tienen ganas de cambiar para mejorar esas cosas. Hay un desgaste, y como todo desgaste, duele”.
Como próxima generación que viene, propongo demostrarles que sí podemos, que no seremos lo mismo porque nadie quiere ser como los padres, pero que tenemos las mismas ganas que tenían ellos de hacer quilombo profesional. ¡Abran la cancha que venimos los pibes!
@valerialugosi