“EL PRIMER EQUIPO QUE DEFIENDE LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DIVERSIDAD EN EL DEPORTE”
Por Rosaura Barletta
Los Dogos, La selección Gay de Fútbol, visitó el miércoles 9 de septiembre la clase de Diversidad en la Cultura y el Deporte en ETER. Los estudiantes de primer año de Periodismo Deportivo fueron los destinatarios de la charla que dieron DT del equipo Antonio “El Tano” Spinelli, el jugador y presidente Ariel Heredia y el capitán José Barrios.
Los Dogos, en palabras de Heredia, “es el primer equipo que defiende los derechos humanos y la diversidad en el deporte”. Además de hacer fútbol formaron un grupo de vóley y planean incursionar en otras disciplinas y también agregar ramas femeninas. Son campeones del mundo, sudamericanos y de copas locales, pero aseguran que, además de ser un grupo que defiende derechos, son amigos. Los campeones sudamericanos de fútbol 11 no festejan que les digan ‘Selección de Fútbol Gay’: “El fútbol no es gay, el fútbol es fútbol, nosotros somos futbolistas gays”.
La sociedad, “la gente”, los reconoció en 2007, pero ellos existen desde 1998 y son los precursores en Sudamérica. El primer entrenador y el primer DT buscaban crear un equipo cuando descubrieron que muchos de los chicos que se acercaban eran homosexuales y pensaron: “¿Por qué no?”. Barrios es chaqueño y, en 1999, apostó “los últimos cartuchos” al fútbol profesional y decidió venir a Buenos Aires. Un amigo le mencionó que había una selección gay de fútbol, quizás le interesaba. “Yo, siendo gay, jugando siempre en equipos convencionales, tenía mis propios prejuicios. Hablamos de hace dos décadas atrás. Cuando me dijeron que existía el equipo me imaginaba que serían todos muy amanerados”, se ríe.
Se llaman Los Dogos porque el dogo es un animal de crianza argentina y, con el ejemplo de Las Leonas y Los Pumas, les pareció buscar una identificación similar. También aseguran que quisieron evitar caer en el lugar común de llamarse “Los caniches toy” o alguna referencia por el estilo. AFA, aunque los apadrinó en un campeonato en 2007, todavía se niega a reconocerlos como equipo. “Son muchos los requisitos que nos faltan, es muy difícil alcanzar ese piso”, cuenta el presidente, “además, ellos no tienen política de diversidad”. Por la falta de ‘legalidad’ es que los jugadores se van acercando a través de un boca a boca, facebook y alguna solicitada, y también así se relacionan con los sponsors. El boliche gay América, por ejemplo acordó el auspicio “de palabra”. La falta de una figura legal frente al Estado les impide recibir financiamiento o publicidades oficiales, cuentan que una vez se perdieron a Coca Cola por ese motivo.
“No nos insertamos en equipos o clubes que ya existen porque somos expulsados”, Heredia cuenta una anécdota personal de sus 16: “Yo jugaba en un equipo italiano. Se sabe que en la adolescencia uno ‘se roza’ con el género que lo atrae. Yo estaba enamorado de mi compañero y el entrenador se dio cuenta y me empezó a segregar”. Los homosexuales no son bienvenidos en el folklore futbolístico tradicional, ni para jugar ni para ser público. Los Dogos no festejan los cánticos que fomentan la homofobia o la xenofobia, y el DT confiesa: “Aprendo de a poco a erradicar formas violentas en los entrenamientos”.
Spinelli cuenta que ya gran parte del equipo es heterosexual y ahora lo más prioritario le parece “conservar la mayoría del cupo gay”, lejos de tener que ver con la discriminación, asegura, “es una cuestión de pertenencia que incluso importa para motivar el rendimiento”. Contrapone su idea con la de la Selección Argentina de Fútbol Gay (SAFG) que es mayoría heterosexual. SAFG es una escisión de Los Dogos, y los invitados aseguran que se comportan mal en varios aspectos: en una ocasión su presidente escupió a una árbitra en la cara, han cantado “a estos putos les tenemos que ganar” en partidos contra ellos, aseguraron en televisión ser Los Dogos y, sostiene Heredia, “se manejan como una empresa”.
Los Dogos no es sólo fútbol, tienen trabajo social y comunitario. Festejan que a partir de su formación hayan surgido grupos y organizaciones con el mismo espíritu. Se referencian con la selección gay de fútbol inglesa, que son cien jugadores, tienen un estadio y excelente nivel. Entrenan sólo los martes a la noche en Atlanta porque todos tienen otros empleos con los que mantenerse, y defienden a capa y espada la profesionalidad de su trabajo frente a los modelos impuestos por las academias tradicionales.
Rosaura Barletta
Los Dogos, en palabras de Heredia, “es el primer equipo que defiende los derechos humanos y la diversidad en el deporte”. Además de hacer fútbol formaron un grupo de vóley y planean incursionar en otras disciplinas y también agregar ramas femeninas. Son campeones del mundo, sudamericanos y de copas locales, pero aseguran que, además de ser un grupo que defiende derechos, son amigos. Los campeones sudamericanos de fútbol 11 no festejan que les digan ‘Selección de Fútbol Gay’: “El fútbol no es gay, el fútbol es fútbol, nosotros somos futbolistas gays”.
La sociedad, “la gente”, los reconoció en 2007, pero ellos existen desde 1998 y son los precursores en Sudamérica. El primer entrenador y el primer DT buscaban crear un equipo cuando descubrieron que muchos de los chicos que se acercaban eran homosexuales y pensaron: “¿Por qué no?”. Barrios es chaqueño y, en 1999, apostó “los últimos cartuchos” al fútbol profesional y decidió venir a Buenos Aires. Un amigo le mencionó que había una selección gay de fútbol, quizás le interesaba. “Yo, siendo gay, jugando siempre en equipos convencionales, tenía mis propios prejuicios. Hablamos de hace dos décadas atrás. Cuando me dijeron que existía el equipo me imaginaba que serían todos muy amanerados”, se ríe.
Se llaman Los Dogos porque el dogo es un animal de crianza argentina y, con el ejemplo de Las Leonas y Los Pumas, les pareció buscar una identificación similar. También aseguran que quisieron evitar caer en el lugar común de llamarse “Los caniches toy” o alguna referencia por el estilo. AFA, aunque los apadrinó en un campeonato en 2007, todavía se niega a reconocerlos como equipo. “Son muchos los requisitos que nos faltan, es muy difícil alcanzar ese piso”, cuenta el presidente, “además, ellos no tienen política de diversidad”. Por la falta de ‘legalidad’ es que los jugadores se van acercando a través de un boca a boca, facebook y alguna solicitada, y también así se relacionan con los sponsors. El boliche gay América, por ejemplo acordó el auspicio “de palabra”. La falta de una figura legal frente al Estado les impide recibir financiamiento o publicidades oficiales, cuentan que una vez se perdieron a Coca Cola por ese motivo.
“No nos insertamos en equipos o clubes que ya existen porque somos expulsados”, Heredia cuenta una anécdota personal de sus 16: “Yo jugaba en un equipo italiano. Se sabe que en la adolescencia uno ‘se roza’ con el género que lo atrae. Yo estaba enamorado de mi compañero y el entrenador se dio cuenta y me empezó a segregar”. Los homosexuales no son bienvenidos en el folklore futbolístico tradicional, ni para jugar ni para ser público. Los Dogos no festejan los cánticos que fomentan la homofobia o la xenofobia, y el DT confiesa: “Aprendo de a poco a erradicar formas violentas en los entrenamientos”.
Spinelli cuenta que ya gran parte del equipo es heterosexual y ahora lo más prioritario le parece “conservar la mayoría del cupo gay”, lejos de tener que ver con la discriminación, asegura, “es una cuestión de pertenencia que incluso importa para motivar el rendimiento”. Contrapone su idea con la de la Selección Argentina de Fútbol Gay (SAFG) que es mayoría heterosexual. SAFG es una escisión de Los Dogos, y los invitados aseguran que se comportan mal en varios aspectos: en una ocasión su presidente escupió a una árbitra en la cara, han cantado “a estos putos les tenemos que ganar” en partidos contra ellos, aseguraron en televisión ser Los Dogos y, sostiene Heredia, “se manejan como una empresa”.
Los Dogos no es sólo fútbol, tienen trabajo social y comunitario. Festejan que a partir de su formación hayan surgido grupos y organizaciones con el mismo espíritu. Se referencian con la selección gay de fútbol inglesa, que son cien jugadores, tienen un estadio y excelente nivel. Entrenan sólo los martes a la noche en Atlanta porque todos tienen otros empleos con los que mantenerse, y defienden a capa y espada la profesionalidad de su trabajo frente a los modelos impuestos por las academias tradicionales.
Rosaura Barletta