“La perspectiva de género tiene que ser una herramienta que esté en nuestra agenda de trabajo”
Por Delfina Tremoullieres
El periodista Maximiliano Montenegro sostuvo en una charla con estudiantes de Periodismo que esto no sólo se consigue contando femicidios, sino modificando los códigos actuales en todas las notas que escribamos: usando lenguaje no sexista, términos apropiados (no existe “crimen pasional”), y contextualizando y explicando qué es la violencia de género.
“Hola a todas”. Maximiliano Montenegro, periodista del Diario Popular e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en Argentina, elige saludar así al empezar la charla con los y las estudiantes de ETER sobre cómo tratar la violencia de género en los medios.
Su elección tiene un fin: desnaturalizar la manera masculina en la que hablamos para romper con los mandatos patriarcales de la sociedad en que vivimos.
Define un femicidio como “un concepto político que tiene que ver con hombres que creyeron y se convencieron de que esa mujer que mataron era de su propiedad” y menciona tres casos que no solo lo atravesaron personalmente porque los trató de cerca, sino que además son ejemplos de las fallas que tenemos en nuestra sociedad.
El primero es el de Carina Abregú, que fue incendiada por su pareja pero que logró salvarse porque se tiró a una pileta. Quedó con el 55% del cuerpo quemado, sin poder trabajar y sin subsidios para poder seguir adelante con su vida. Maximiliano apela a la necesidad de un Estado que acompañe y se haga cargo de las mujeres víctimas: “El Estado tiene un rol clave e importante, y ahí estaremos las y los periodistas reclamando permanentemente políticas de estado que ayuden a, como a veces me sale a mí, volar el machismo por los aires”.
En la misma línea, alude al caso de Daiana Barrionuevo, asesinada por su esposo y madre de tres chicos –dos de seis años y una bebé-. La exigencia es visibilizar a las segundas víctimas de la violencia de género -los hijos de cada mujer muerta- y aplicar una ley que los ampare.
Por último evoca el caso de Melina Romero, violada y asesinada por un grupo de hombres. Dos días después de que se conoció la noticia, el diario “Clarín” publicó un perfil que, como dice Maximiliano, era indignante: “Enumeraban que era fanática de los boliches, que tenía amigos que eran mayores de edad, que tenía cinco cuentas de Facebook. Todo indicaba aquello: que se lo busco". Como él cuenta en “La vida de Melina y el periodismo sin rumbo” -nota que escribió para Cosecha Roja- la repercusión en la sociedad siguió esa línea: “Era muy trolita la pendeja”.
***
“Culocracia”: cosificación de la mujer reforzada por los medios. Maximiliano introduce este término para contar uno de los primeros logros en este objetivo de modificar la comunicación atravesada por el machismo: la contratapa del “Diario Popular” mostraba siempre una mujer –transformada en cosa, y no como persona- desnuda. Después de muchos reclamos, lograron que esas imágenes pasaran a la contratapa del suplemento deportivo.
El ejemplo le sirve para tocar dos temas. En primer lugar, refuerza la idea de que, desde el momento en que se cosifica a la mujer, se empieza a reproducir la violencia de cualquier manera. Una cuestión alarmante vinculada a esto son los prostíbulos, que son avalados por muchos integrantes de la sociedad: “Para mantener ese negocio necesitas clientes prostituyentes, tipos que consuman diariamente sexo, que paguen por sexo y que paguen por el cuerpo femenino”, explica Maximiliano.
En segundo, insiste en que “la perspectiva de género tiene que ser una herramienta que necesariamente esté en nuestra agenda de trabajo”. Y esto no sólo se consigue contando femicidios, sino modificando los códigos actuales en todas las notas que escribamos: usando lenguaje no sexista, términos apropiados (no existe “crimen pasional”), y contextualizando y explicando qué es la violencia de género. Impulsa a que en cada espacio que encontremos introduzcamos una mirada más feminista.
“Es muy importante que tengamos en nuestra formación esa posibilidad de observar el mundo de una manera más igualitaria y que, cuando contemos, esos mensajes estén atravesados por esas estructuras y despojar de las otras que son dañinas. No solo dañinas, son asesinas. Estamos hablando de estructuras, mandatos y paradigmas que matan todos los días y que dejan mucho dolor”, remarca.
Se trata de sacarse las capas de cebolla machista para, desde nuestro lugar de periodistas, fomentar una sociedad de iguales.
“Hola a todas”. Maximiliano Montenegro, periodista del Diario Popular e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en Argentina, elige saludar así al empezar la charla con los y las estudiantes de ETER sobre cómo tratar la violencia de género en los medios.
Su elección tiene un fin: desnaturalizar la manera masculina en la que hablamos para romper con los mandatos patriarcales de la sociedad en que vivimos.
Define un femicidio como “un concepto político que tiene que ver con hombres que creyeron y se convencieron de que esa mujer que mataron era de su propiedad” y menciona tres casos que no solo lo atravesaron personalmente porque los trató de cerca, sino que además son ejemplos de las fallas que tenemos en nuestra sociedad.
El primero es el de Carina Abregú, que fue incendiada por su pareja pero que logró salvarse porque se tiró a una pileta. Quedó con el 55% del cuerpo quemado, sin poder trabajar y sin subsidios para poder seguir adelante con su vida. Maximiliano apela a la necesidad de un Estado que acompañe y se haga cargo de las mujeres víctimas: “El Estado tiene un rol clave e importante, y ahí estaremos las y los periodistas reclamando permanentemente políticas de estado que ayuden a, como a veces me sale a mí, volar el machismo por los aires”.
En la misma línea, alude al caso de Daiana Barrionuevo, asesinada por su esposo y madre de tres chicos –dos de seis años y una bebé-. La exigencia es visibilizar a las segundas víctimas de la violencia de género -los hijos de cada mujer muerta- y aplicar una ley que los ampare.
Por último evoca el caso de Melina Romero, violada y asesinada por un grupo de hombres. Dos días después de que se conoció la noticia, el diario “Clarín” publicó un perfil que, como dice Maximiliano, era indignante: “Enumeraban que era fanática de los boliches, que tenía amigos que eran mayores de edad, que tenía cinco cuentas de Facebook. Todo indicaba aquello: que se lo busco". Como él cuenta en “La vida de Melina y el periodismo sin rumbo” -nota que escribió para Cosecha Roja- la repercusión en la sociedad siguió esa línea: “Era muy trolita la pendeja”.
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“Culocracia”: cosificación de la mujer reforzada por los medios. Maximiliano introduce este término para contar uno de los primeros logros en este objetivo de modificar la comunicación atravesada por el machismo: la contratapa del “Diario Popular” mostraba siempre una mujer –transformada en cosa, y no como persona- desnuda. Después de muchos reclamos, lograron que esas imágenes pasaran a la contratapa del suplemento deportivo.
El ejemplo le sirve para tocar dos temas. En primer lugar, refuerza la idea de que, desde el momento en que se cosifica a la mujer, se empieza a reproducir la violencia de cualquier manera. Una cuestión alarmante vinculada a esto son los prostíbulos, que son avalados por muchos integrantes de la sociedad: “Para mantener ese negocio necesitas clientes prostituyentes, tipos que consuman diariamente sexo, que paguen por sexo y que paguen por el cuerpo femenino”, explica Maximiliano.
En segundo, insiste en que “la perspectiva de género tiene que ser una herramienta que necesariamente esté en nuestra agenda de trabajo”. Y esto no sólo se consigue contando femicidios, sino modificando los códigos actuales en todas las notas que escribamos: usando lenguaje no sexista, términos apropiados (no existe “crimen pasional”), y contextualizando y explicando qué es la violencia de género. Impulsa a que en cada espacio que encontremos introduzcamos una mirada más feminista.
“Es muy importante que tengamos en nuestra formación esa posibilidad de observar el mundo de una manera más igualitaria y que, cuando contemos, esos mensajes estén atravesados por esas estructuras y despojar de las otras que son dañinas. No solo dañinas, son asesinas. Estamos hablando de estructuras, mandatos y paradigmas que matan todos los días y que dejan mucho dolor”, remarca.
Se trata de sacarse las capas de cebolla machista para, desde nuestro lugar de periodistas, fomentar una sociedad de iguales.