“EL FÚTBOL MUEVE MILLONES, PERO NO PARA EL ARBITRAJE”
Sebastián Sánchez @sebasanchez19
Luego de alejarse del fútbol, Rodolfo Otero se convirtió en árbitro asistente de tenis. Pero aclara: “Soy profesor de Geografía”. Desde la docencia, el juez de línea que acompañó a Horacio Elizondo en la final de la Copa del Mundo de Alemania 2006, habló para los alumnos de Periodismo Deportivo de Eter.
Con un ojo apuntó a la pelota y con el otro enfocó el área, tuvo el cuerpo apenas inclinado y una bandera roja y amarilla a cuadros de punta al suelo. Rodolfo Otero debió mirar durante el mismo segundo dos puntos distantes de una cancha. Una pirueta para la cual se ha tenido que entrenar: sólo así pudo marcar un orsai. “El arbitraje de fútbol fue muy fuerte para mí. La adrenalina que corre en una cancha es muy grande y los comentarios circulan durante mucho tiempo”, dijo para los alumnos de Periodismo Deportivo de Eter. Hoy, desde el tenis hace el mismo trabajo: “Tanto en el tenis como en el fútbol convivís con el error”.
Para el fútbol el arbitraje está visto como un privilegio. Otero pensó, se tomó su tiempo y dijo: “En el fútbol se mueven millones y millones de dólares, pero no para el arbitraje. El Estadio Azteca de Méjico se reconstruyó en 1986 para la Copa de Mundo y no hicieron un vestuario para el árbitro. Hubo un salón vaya a saber para qué, con tres duchas. Pero si pagarían la mitad de la mitad todos irían igual. Capitalismo”.
“Los buenos maestros son los que no enseñan nada a nadie, sino los que orientan y ayudan a descubrir y a pensar”, la frase de Paulo Freire traza inevitables puntos de encuentros con esta historia. Rodolfo Otero, asistente de Horacio Elizondo en la final de Alemania 2006, encontró su mismo lugar en el tenis. Fue juez de línea en Copa Davis, pero no le gustaría dirigir un Grand Slam. Y aunque su vocación parece estar clara, él contó: “Soy profesor de Geografía”.
Así encaró su clase. Porque si bien las preguntas no faltaron, a Rodolfo su profesión le pudo más. Prefirió estar parado. El vocabulario fue fluido, pausado, sereno y sonriente. Cada explicación tuvo un movimiento de manos y cada movimiento de manos una explicación. Otero es instructor de árbitros asistentes y da clases de Geografía en el Normal de Avellaneda. Fue juez de línea internacional y jugó una de las finales más recordadas. El cabezazo de Zidane y la vista del español Luis Medina Cantalejo que alcanzó la jugada, le dieron la distinción a un partido intrascendente. “Cuando fuimos a retirar la medalla nos terminaron chiflando. Yo pensé que nos habíamos equivocados. Costó dormirnos porque no miramos la jugada hasta el otro día”, contó.
“Creo que encontré la misma motivación y concentración en el tenis. Pero el ambiente es mucho más distendido”, dijo el juez de línea. Y para sorpresa de muchos agregó: “Es más difícil ser árbitro de tenis. En el fútbol te insultan 90 minutos y ya está. Pero acá un partido puede durar tres días, nunca sabes cuando puede terminar. El tiempo del tenis lo hace mucho más sacrificado”. Así, con la premisa de Freire bien interpretada terminó la clase en el barrio de San Telmo.
Rodolfo Otero en 2010
Con un ojo apuntó a la pelota y con el otro enfocó el área, tuvo el cuerpo apenas inclinado y una bandera roja y amarilla a cuadros de punta al suelo. Rodolfo Otero debió mirar durante el mismo segundo dos puntos distantes de una cancha. Una pirueta para la cual se ha tenido que entrenar: sólo así pudo marcar un orsai. “El arbitraje de fútbol fue muy fuerte para mí. La adrenalina que corre en una cancha es muy grande y los comentarios circulan durante mucho tiempo”, dijo para los alumnos de Periodismo Deportivo de Eter. Hoy, desde el tenis hace el mismo trabajo: “Tanto en el tenis como en el fútbol convivís con el error”.
Para el fútbol el arbitraje está visto como un privilegio. Otero pensó, se tomó su tiempo y dijo: “En el fútbol se mueven millones y millones de dólares, pero no para el arbitraje. El Estadio Azteca de Méjico se reconstruyó en 1986 para la Copa de Mundo y no hicieron un vestuario para el árbitro. Hubo un salón vaya a saber para qué, con tres duchas. Pero si pagarían la mitad de la mitad todos irían igual. Capitalismo”.
“Los buenos maestros son los que no enseñan nada a nadie, sino los que orientan y ayudan a descubrir y a pensar”, la frase de Paulo Freire traza inevitables puntos de encuentros con esta historia. Rodolfo Otero, asistente de Horacio Elizondo en la final de Alemania 2006, encontró su mismo lugar en el tenis. Fue juez de línea en Copa Davis, pero no le gustaría dirigir un Grand Slam. Y aunque su vocación parece estar clara, él contó: “Soy profesor de Geografía”.
Así encaró su clase. Porque si bien las preguntas no faltaron, a Rodolfo su profesión le pudo más. Prefirió estar parado. El vocabulario fue fluido, pausado, sereno y sonriente. Cada explicación tuvo un movimiento de manos y cada movimiento de manos una explicación. Otero es instructor de árbitros asistentes y da clases de Geografía en el Normal de Avellaneda. Fue juez de línea internacional y jugó una de las finales más recordadas. El cabezazo de Zidane y la vista del español Luis Medina Cantalejo que alcanzó la jugada, le dieron la distinción a un partido intrascendente. “Cuando fuimos a retirar la medalla nos terminaron chiflando. Yo pensé que nos habíamos equivocados. Costó dormirnos porque no miramos la jugada hasta el otro día”, contó.
“Creo que encontré la misma motivación y concentración en el tenis. Pero el ambiente es mucho más distendido”, dijo el juez de línea. Y para sorpresa de muchos agregó: “Es más difícil ser árbitro de tenis. En el fútbol te insultan 90 minutos y ya está. Pero acá un partido puede durar tres días, nunca sabes cuando puede terminar. El tiempo del tenis lo hace mucho más sacrificado”. Así, con la premisa de Freire bien interpretada terminó la clase en el barrio de San Telmo.
Rodolfo Otero en 2010