“ARGENTINA TIENE LO MISMO QUE TIENEN TODOS: MALES NECESARIOS”

Por Patricio Barrio @PaatoBarrio
Llegó al barrio de San Telmo. Moreno 431. Un tatuaje de tinta negra, desde el codo hasta su reloj plateado, se asomaba por debajo de la manga izquierda. El boxeador Marcelo Fabián Domínguez visitó a los alumnos de Periodismo Deportivo, que cursan su tercer año de carrera en Eter, para compartir su extensa trayectoria, el rol de entrenador y un panorama general sobre el deporte. La clase, de la materia Boxeo, estuvo a cargo del docente Mariano Atanasoff.

“Cuando llegó la hora de los bifes, ellos se fueron y yo me quedé. Esa fue la realidad. Yo no fui con la intención de hacerme boxeador. En ningún momento”. El Toro Domínguez empezó por la insistencia de dos amigos. Esa ocasión sería el punto de inflexión para 30 años de carrera, donde fue campeón argentino y sudamericano, en la categoría crucero, y campeón del mundo y latinoamericano, crucero y pesado, con seis defensas título del mundial. Su referente, y por quien decidió hacerse profesional, es Juan Martín Coggi.

En la casa de Marcelo no hubo boxeadores. Si bien su papá nunca se lo prohibió, tampoco le fomentó que boxeara.
“Siempre me acompañó. En todo sentido”. Estuvo presente en la mayoría de sus grandes peleas y las disfrutaba. “Me guiaba mucho por la cara de mi viejo”. De esa forma corroboraba como era su actuación en el ring. Muy distinta fue la relación de su mamá con el boxeo. “Esto es lo mismo que si vos a tu vieja le decís: mamá, me voy a afanar”. Fue a verlo pelear dos veces: en su primera defensa del título mundial y cuando se retiró en 2007. “Le quería regalar los guantes”.

“Uno nunca deja de ser boxeador”. En 2013 Domínguez volvió a pelear, no solo por su locura. “Me daba el cuero, me sentía bien y con ganas”. Después de seis años inactivos noqueó en siete rounds al formoseño Alfredo Brígido Ruiz Díaz.

“El boxeo argentino no es tan distinto al boxeo mundial. Argentina tiene lo mismo que tienen todos: males necesarios”. Esos desarreglos inevitables, para el Toro, son los managers. “Es hasta que aprendés a jugar. Yo me he peleado con miles, he tenido quilombo con miles, pero con miles sigo haciendo negocios. Porque aprendí a jugar. El juego es así. Si no te gusta andate”.

Hincha de River Plate, pero seguidor de todos los deportes, también guardó un lugar para los gustos musicales.
“Soy bastante abierto para la música. Hoy estoy con Dancing Mood, La Vela Puerca, pero soy más de La Renga y La Missisipi”. Además, El Toro es socio honorífico y estudió en la Asociación de Psicología del Deporte Argentino (APDA).

Tiene una combinación personal que engloba educación y experiencia barrial. Risueño, reflexivo, y suelto a la hora de expresarse, contó varias anécdotas y brindó su visión sobre varios temas.

“A la gente le ha caído bien el boxeo que yo presentaba”. Después de interactuar una hora y media con los alumnos, en la luminosa tarde de San Telmo, El Toro Domínguez se despidió bajo un retumbante aplauso. Como en una de sus tantas peleas ganadas por nocaut.